Por El Cordobés
En la antesala de una de las elecciones más importantes para Veracruz, el nombre de Miguel Ángel Yunes Linares vuelve a colocarse en el centro de la atención. No es una sorpresa: el exgobernador ha construido su carrera política a base de movimientos calculados y oportunistas. Esta vez, su interés se posa directamente sobre Córdoba, un municipio estratégico que, además de su valor político, ahora cobra una relevancia económica sin precedentes.
Se dice que Yunes vendrá personalmente a “operar” Córdoba el día de la elección. En la jerga política, “operar” significa mucho más que organizar movilización o vigilar casillas: se trata de intervenir el proceso para garantizar que los resultados favorezcan sus intereses. ¿Pero por qué Córdoba? ¿Qué gana con ello?
La respuesta parece estar en el horizonte económico del municipio. Proyectos de inversión de gran calado, como la posible llegada de Huawei, están en puerta. Se habla de millones de dólares, empleos, infraestructura tecnológica y un nuevo rostro para Córdoba. Y eso, para algunos, huele a negocio.
Fuentes al interior de la clase política local aseguran que Yunes no quiere dejar pasar esta oportunidad. Su presencia no es casual: busca posicionarse como el poder detrás del trono, el que “abre puertas” a las inversiones y luego pasa la factura.
Aquí es donde las alarmas se encienden. Morena, que hasta hace poco parecía tener el camino libre, enfrenta un escenario complicado.
Internamente hay fracturas, la campaña ha perdido fuerza y los operadores electorales parecen más ocupados resolviendo disputas internas que consolidando el proyecto.
En ese contexto, la llegada de Yunes no solo representa una amenaza electoral, sino un asalto directo al futuro económico de Córdoba.
Porque cuando los intereses personales se imponen sobre los proyectos de desarrollo, el riesgo no es solo perder una elección. Es hipotecar el futuro de una ciudad entera.
