Por El Cordobés
Las encuestas no mienten —o al menos, no deberían—, y hoy marcan una tendencia que pocos pueden ignorar: Manuel Alonso Cerezo se perfila como el favorito en Córdoba. Pero más allá de los números y porcentajes, hay un trasfondo que explica por qué este nombre resuena con tanta fuerza en las calles, en las charlas de café y en el ánimo ciudadano: la necesidad de un cambio con honestidad.
Durante años, Córdoba ha navegado entre la frustración y la esperanza. Promesas incumplidas, liderazgos huecos y una desconexión cada vez más marcada entre la clase política y las necesidades reales de la gente han mermado la fe en las instituciones. En ese escenario, no es casual que un perfil como el de Manuel Alonso gane terreno: representa una alternativa que conjuga algo escaso y valioso en estos tiempos electorales —coherencia, integridad y cercanía.
El lema de su campaña no podría ser más claro: cambio con honestidad. Y no es solo un eslogan; es una respuesta directa a un reclamo ciudadano que lleva años acumulándose. No se trata simplemente de ganar una elección, sino de recuperar la confianza perdida. De reconstruir el puente roto entre los representantes y los representados.
El voto de confianza que hoy le otorgan las encuestas no es un cheque en blanco. Córdoba ha aprendido a mirar con lupa a quienes pretenden dirigir su rumbo. Ese respaldo debe interpretarse como una oportunidad, no como una victoria asegurada. La verdadera prueba vendrá después, en la gestión, en la congruencia entre lo que se dice y lo que se hace.
Si Manuel Alonso logra traducir ese respaldo en una política pública transparente, incluyente y efectiva, no solo habrá ganado una elección: habrá iniciado una transformación que Córdoba lleva demasiado tiempo esperando.
Porque al final, más allá de partidos y colores, lo que la gente quiere es simple: que quien gobierne, lo haga con verdad. Y hoy, esa verdad parece tener nombre.
